Enrique Luft
Art Events

Enrique Luft -“Gerold Heinz Luft Pávlata – In Memoriam”

An Exposition of the Work of Enrique Luft – Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita – Pátzcuaro, Michoacán – Friday, August 10, 2018 7:00pm

Con mucha alegría les comparto la invitación a la inauguración de la última muestra en la que colaboro como curadora: “Gerold Heinz Luft Pávlata. In Memoriam”, que tendrá lugar en el Centro Cultural Antiguo Colegio Jesuita de Pátzcuaro, Michoacán, México. Los esperamos.

Enrique Luft Pávlata
Semblanza

Nacido Gerold Heinz Luft Pávlata, Enrique Luft Pávlata nació cerca de Linz, Austria el 9 de agosto de 1931. 

Viniendo de una familia checo-germana acaudalada, recibió una educación privilegiada y a pesar de las dificultades de la época de la Segunda Guerra Mundial, su infancia y juventud estuvieron llenas de amplia formación intelectual. En 1946, su familia regresó a Alemania, donde Luft estudió matemáticas y física en la Universidad Técnica de Munich, pero decidió que quería ser artista y se aventuró a viajar a Berlín en plena posguerra, presentando su examen de admisión y siendo aceptado en la entonces Academia de las Artes de Berlín. Su talento e inteligencia llamaron la atención de sus profesores, entre ellos, los reconocidos Hans Jaenisch y Max Kaus, quien lo recomendó para que le otorgaran la beca Die Studienstiftung des Deutschen Volkes de la Fundación Académica Nacional de Alemania. Entre 1559 y 1960 fue becado por el gobierno francés para estudiar grabado en el legendario Atelier 17 de París, con Stanley William Hayter. En este periodo participó en exposiciones colectivas en París, Berlín, Munich, Wolfburg y Hannover; algunas al lado de sus amigos y colegas Peter Klasen y Georg Baselitz. 

Tras del éxito de la exposición Obras Maestras del Arte Mexicano, curada por Fernando Gamboa, para el Pabellón Mexicano de la Feria Internacional de Bruselas en 1958, Gamboa preparó una versión titulada Arte de México y Mesoamérica, que itineró por varias ciudades de Europa, entre ellas Berlín en 1959. La sede fue la Academia de Artes de Berlín, donde estudiaba Heinz Luft, quien fue invitado a colaborar en el montaje de la exposición. Ahí conoce a Teresa Dávalos, museógrafa y etnóloga, encargada del núcleo de Arte Popular en dicha exposición. Después de una corta relación, contraen nupcias en Viena. Deciden viajar a México, lo cual para los profesores de Luft, especialmente para Max Kaus, representaba una locura, ya que su carrera despegaba con la fuerza de un artista que se prevé llevará lejos. Desembarcan en Veracruz, y comenta Luft que casi de inmediato presenció el desfile por la conmemoración de la Batalla de Puebla, el 5 de mayo, y al ver a niños y adultos caracterizados de militares y guerreros armados, pensó entre divertido y nervioso: “aquí no voy a durar mucho”. Pero por otro lado, también dice haber “pisado tierra santa” al llegar a este país. Siempre mencionó que al llegar a México, se sintió “en casa”. Enrique mantuvo una muy buena amistad con Fernando Gamboa y con muchos artistas e intelectuales del círculo de Teresa en la Ciudad de México.

El 21 de julio de 1961 comienzan a vivir en Pátzcuaro, Michoacán, en donde Teresa fungió como Directora del Museo de Artes y Oficios del Instituto Nacional de Antropología e Historia y él como restaurador-conservador de monumentos históricos y bienes culturales en la Dirección de Monumentos Históricos del INAH, participando en la excavación de la yácata descubierta en las instalaciones del museo. Posteriormente, fue también director de este museo y asesor de trabajos de restauración. Heinz Luft castellaniza su nombre; siendo conocido en México como don Enrique Luft Pávlata. Con este acto, declara su integración a la cultura mexicana y específicamente, a la michoacana, sin por ello perder nunca su peculiar personalidad. Teresa Dávalos falleció en 1985, pero Enrique Luft decidió quedarse en Pátzcuaro, donde ya había echado raíz. Luft solía decir con orgullo: “soy el único y mejor germano-p´urhépecha del mundo”. Para su fortuna, se encontró en la región con colegas que se convirtieron en amigos: Ralph Gray, James Thomas, Bridget Bate Tichenor, James Metcalf, Ana Pellicer y María Luisa Puga, entre otros. También entabló amistad con albañiles, carpinteros, picapedreros. Decía que se sentía muy cómodo entre los obreros y que él mismo se consideraba uno de ellos. En esos círculos tuvo sus primeros contactos con el mezcal, bebida que valoró y promovió mucho antes de que fuera aceptada por clases sociales más favorecidas.

A la par de su trabajo como empleado del INAH, continuó creando obra personal, experimentando con varias técnicas plásticas y con conceptos que distaban mucho del ambiente provinciano donde vivía, pero a la vez mantenían ciertas referencias con lo regional y cotidiano. Decidió trabajar alejado de los centros cosmopolitas de arte, fiel a sus búsquedas estéticas y esto le permitió forjar su carrera de una forma muy honesta consigo mismo. No hay forma de saber cómo se hubiera desarrollado su carrera de haber permanecido en Europa, pero posiblemente su obra sería reconocida a nivel internacional gracias a las facilidades de difusión que otorga el vivir en grandes urbes. Prefirió y defendió el anonimato y admiraba a los creadores medievales por concebirse como artesanos y no como artistas. Aún así, disfrutaba mucho los halagos hacia su obra.

Enrique resultó ser gran conservador, restaurador y arquitecto. Protegió a ultranza la arquitectura colonial en la región lacustre, que data del S. XVI en adelante. Trabajó activamente en la Junta de Conservación; su labor incluyó trabajo físico y de concientización hacia los dueños de las construcciones, y a sacerdotes jóvenes que pretendían cambiar la apariencia de las iglesias “modernizándolas”. Restauró múltiples edificios y espacios, como el atrio del Antiguo Colegio Jesuita, el Museo de Artes y Oficios, originalmente Primitivo y Real Colegio de San Nicolás Obispo. Su restauración más ardua y brillante le tomó veinte años y fue en el Templo de Santiago Apóstol, de Tupátaro; conocido como la “Capilla Sixtina de América”, que se encontraba prácticamente en ruinas. 

Como arquitecto, sus construcciones combinan elegancia, innovación y tradición. Enrique siguió los consejos de su amigo el arquitecto Eduardo Pareyón Moreno, quien cuenta le decía: “Para arquitecto se nace, no se hace uno. Usted aprenda y haga. No se preocupe por estudiar”. Así, diseñó y construyó varias casas en Pátzcuaro, incluyendo las dos suyas. No conforme con construirlas, también diseñó la mayoría de sus muebles que su compadre, el carpintero Gregorio Pérez, realizó con impecable técnica. 

Hombre de espíritu renacentista, Enrique Luft también fue escritor y traductor. Más de mil haikus y poemas punks escribió Pávlata. Los llamaba “garabatos literarios”. En 1992, la Universidad Pedagógica Nacional publicó su libro La barca lunar en la entrada de servicio, como parte de su serie Los cuadernos del acordeón. En este libro, la escritora María Luisa Puga escribió la introducción y Alain Derbez, el epílogo. Tradujo el libro La Diosa Blanca, de Robert Graves, con quien mantuvo amistad por correspondencia. Compartió con Graves el interés por la Alquimia; y durante años investigó y experimentó con todo tipo de materiales. Su taller, debido a sus experimentos y gusto por la alquimia, tenía ese halo de laboratorio propio de los talleres de pintura antiguos. Tuvo un respeto casi sacro por los materiales que utilizaba. Consideraba que los materiales hacían a la obra dependiendo de sus características inherentes, y que el artífice de las obras debía fusionarse con el material para lograr una buena pieza.

Luft Pávlata no tuvo problema al mostrarse al mundo como restaurador o arquitecto, pero su trabajo plástico se convirtió en algo casi privado, y no porque desconfiara de su talento. Él sabía muy bien que su trabajo era muy bueno, pero disfrutó mantenerse anónimo a nivel internacional, mientras creaba una colección plástica de centenares de piezas en técnicas diversas y escribía haikus inéditos aún. 

El trabajo de Enrique se caracteriza por la libertad de aquel que no crea para agradar o para vender. Sin embargo, por la calidad de su trabajo, sus obras se encuentran en colecciones privadas de México, Estados Unidos y Europa. Creó dibujos a lápiz y con carboncillo, litografías, grabado en metal, pinturas al óleo, pintura en vidrio, instalaciones, collage y ready made; para los que usó madera, metales, hilos, figuras, y una cantidad enorme de objetos encontrados, u objetos de uso común descontextualizados. Una de sus técnicas predilectas fue una técnica muy popular entre los pintores del S. XV: el temple a la caseína, que llegó a dominar a la perfección. Así fue Enrique Luft: combinó lo medieval, renacentista, moderno y contemporáneo tanto en su vida personal como en su obra. Fue admirador de los artesanos medievales, de Leonardo da Vinci y de Picasso, principalmente. Se inspiró también en los conceptos dadaístas, que integró a su estilo personal.

Las amplias series de su trabajo, a grandes rasgos, se pueden dividir en: la obra que realizó en Berlín, más cercana al expresionismo, y en otras obras, al manierismo. Una etapa surrealista, de la que quedan muy pocas piezas, ya que la mayoría fueron obsequiadas, vendidas o Luft pintó nuevas obras sobre estas. Su serie Erótica, en la que retoma recortes de revistas para adultos y los lleva a un grado estético muy refinado, colorido y erótico. Junto a esta serie, la serie de jugadores de fútbol americano; llamado por él “tauromaquia moderna”, vemos el mayor grado de dominio del trazo y de manejo del color; y una gran madurez compositiva. En esta serie, para él, lo más importante, era el pretexto del movimiento, que se conjugado con el estatismo de objetos descontextualizados, proyecta una contradicción atrayente e inquietante. 

Enrique Luft exploró conceptos y figuras utilizando más de una técnica. Destaca la tabla para cortar (Bread-board), que se convertiría en figura persistente en pinturas, instalaciones escultóricas, pintura en vidrio con base de madera, pintura y técnicas mixtas. Los clips, clavos y alambres retorcidos, muy comunes en los escombros de las construcciones mexicanas, en donde que Luft colaboró como arquitecto y restaurador; pueden verse en litografías y en gran cantidad de pinturas con fondo verde y con frases en alemán gótico, que convierten cada obra en un Poster painting. Contaba Luft que en su educación básica, en cajas que contenían arena muy fina, realizaban ejercicios caligráficos una y otra vez. En ocasiones la frase se relaciona directamente con lo representado, en otras no tiene ninguna relación. Enrique dotaba de personalidad a estos clavos y alambres encontrados antropomorfizandolos o zoomorfizandolos, pero no figurativamente, sino conceptualmente. También los pintó tal cual, sin llevarlos a estas conceptualizaciones, pero generalmente dándoles una carga simbólica. Realizaba bocetos en papel colocando encima los alambres o clavos, y cuando se convencía con una composición, los pintaba. También pintó objetos encontrados, colocándolos en contextos diversos, sobre un fondo verde característico de toda la última etapa de producción. 

Algunos títulos de sus obras son misteriosos. En ocasiones pareciera que no tienen relación alguna con lo representado, o que su relación es muy íntima, casi secreta; como si nos estuviera compartiendo un pensamiento que no puede ser revelado en su totalidad, pero que nos da pistas para entrar en el mundo que crea y recrea en su obra.

Tras el fallecimiento de Teresa Dávalos, Luft se casó con Lucy Carpentieri, una dama educada, sensible e inteligente, que supo acompañar y cuidar a Enrique. Ella gestionó y organizó varias exposiciones en México y en Estados Unidos, destacando una magna exhibición retrospectiva en el Centro Cultural Clavijero de Morelia, Michoacán, México en el 2011, en colaboración con la curadora Erandi Avalos. 
Políglota, creativo, inteligente, culto, crítico, irónico y lúdico; Enrique Luft/Gerold Heinz Luft Pávlata, falleció el 17 de enero del 2014 en Pátzcuaro, Michoacán. Continuando con el apoyo que le diera en vida, su viuda Lucy Carpentieri y su familia, trabajan en la difusión internacional de la vida y obra de este importante artista europeo que vino a encontrar su hogar en México. Embajadoras Press, publicará este año un libro escrito por Miriam de Uriarte y se prepara la publicación de una investigación realizada por Elisa Garduño. Así mismo, se están gestionando exposiciones en diversos museos y centros culturales en México y en el extranjero; y su obra está siendo adquirida por coleccionistas internacionales. 

Finalmente, aquél que un día al reencontrarse en México con su viejo amigo Georg Baselitz le diría al saludarlo: “El artista alemán más conocido, viene a visitar al artista alemán menos conocido”, comienza a tomar el lugar que le corresponde en la Historia del Arte. 

Erandi Avalos.